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Te llamo por tu apodo o por tu nombre
a veces hasta inundo tu apellido.
Me llamas con largos diminutivos,
me llamas extendido, ya más hombre.
Me trazan nombres cálidos tus ojos,
te pongo mi apellido sin casarnos,
te grito, te bautizo, te desgarro,
te nombro sorpresivo baúl rojo.
Me llamas con el nombre de sandías
que esperan agitadas nuestros labios.
Te llamo con el nombre de la vida
que brota entre tus piernas cual corsario,
Te llamo con el nombre del secreto
que dejaste en mi muslo, de amuleto.

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Un beso nada más, sin estrategia,
con nada rococó, nada de holanes,
un beso sin sarcasmo ni ademanes,
así, leve nomas, de analfabetas.
Un beso sin tu lengua presumida
que llega con tacón punta diamante,
sin historia tu boca ni anhelante
de volverse en mi noche la inquilina.
Un beso así nomas, sin requisitos,
sin nacionalidad, sin fingimiento,
un beso sin fetiches, sin cimientos,
un beso a la antigüita, sin circuitos.
Un beso así nomas, nomas tú y yo,
y claro, el embobado corazón.

Jorge Santana