sábado, junio 19, 2010

Mazurka

Pasa el sol con su canasto para el diezmo
y todavía no sé qué religión predica,
pero pierdo algo más tras cada asoleada,
pierdo algo mientras espero al vapor de la noche
en esa larga y monocromática sala de espera.

Los rayos caen desmenuzados,
sólo su hueso áspero
golpea la aparente dureza de mi espalda.
Mis verdades,
pequeños ríos convalecientes
se tiñen con la vainilla traidora de mi desierto.

Un sudor desabrido
se traspapela como ácido en mi clarividencia,
no como el sudor cordial de las pasiones
que aunque llega tarde tiene la perfecta excusa
y ese sabor casero de la nostalgia.

Cuando la desesperación viste lindas telas
dejo de luchar contra los rayos
y me entrego a ellos como ofrenda sin propósito,
sin largas peticiones de espejismo.

Ya no hay contraste entre mis tiempos,
sólo hay un rayo indeleble
que reposa con un trago llamativo sobre los tres.
Hoy más que nunca
es indispensable saber quien no soy
y tratar de dormir un poco.

Jorge Santana

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