Estás lejos,
pero te escucho impaciente
en la cocina blanca de tus manos,
impacientes manos que se amarran de la noche
para ya no tener miedo,
que se amarran de una risa confundida,
manos pequeñas como el canto de un nido abandonado,
manos que me besan cuando las bocas caen en la tristeza.
Tus ojos, catarinas despintadas
me miran a través de las paredes,
me alcanzan tras los puentes, en las calles de mi alcoba,
y se sientan en el tapetito de bienvenida
que está en la punta de mis dedos.
En mis manos transparentes
cantan góspel las agónicas promesas juveniles,
puedes escucharlas y regresas
de allá, tu caótico exilio confortable,
regresas con tu gato
que le gruñe a la frondosa luna de mis cejas.
Jorge Santana
(tu n'es pas mon ami)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario