Fui a donde perdura ese hilo de fuego
que se sienta en los hombros del ocaso,
ahí estabas tú
con el futuro contenido,
con la idílica fantasía
de que a todo mal derrota tu belleza.
El misterio del rocío dominaba tu cuello,
en tus brazos me acosté
son casona antigua donde tomar la siesta
es toda una ceremonia de miel pronunciable.
Qué impecable el sudor detrás de tu oreja,
aceite para las sienes del tiempo adolorido
que pide ya sueltes los pájaros negros que obsesiva
catalogas en los alhajeros abiertos de tu espalda.
Rompes tus pies diminutos en mis piernas,
se colapsan, renacen, se doblan, me restriegan,
me sanan, son de sábila y toronja con sal.
Ponte los tacones de filos que te anuncian,
que hacen te recuerden, con risas te lloren,
ponte las palabras puntiagudas que atrofian
la fluidez de éste soplo simple,
éste abrazo furioso que nada te promete.
Jorge Santana
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