viernes, enero 25, 2008

4 poemas numerados

1

Me iré por un callejón obscuro de vez en cuando,
tomando una avenida sin nombre
he de llegar a la claridad prometida en los besos confundidos,
se acercará alguien para pedirme un abrazo
y yo le daré una red de sentimientos
que atrapará los pájaros que levantan las fantasías.

Una paloma que salió de la rutina
se sienta en mi ventana entonando un aleluya que no tiene dios,
simplemente alaba la nada
y sonríe ante la redondez claustrofóbica del mundo.

El hada que se lleva los dientes de los niños me regaló varios,
blancos como la pureza de una falda con estampado de bolitas,
puse los dientes en las cuatro esquinas de mi ventana
y cuando les da el sol, sirven como reflector
que persigue mi humor de francés soberbio que escucha música electrónica
y espanta la paloma semi-religiosa.

Una bandana en mi cabeza con colores que ciegan la mirada
me abre paso entre las multitudes,
soy como mantequilla en la piel del cactus, abrazo su espina
pero me escurro y no me pincha.

Me enamoro y después el amor se me pierde
por lugares que visito frecuentemente,
me lo encuentro de nuevo,
pero a veces no le reconozco la cara, ni el olor, ni el alma,
y pasa desapercibido,
extravío mis ojos en la llamarada del ocaso,
no los quiero de vuelta,
extravío mis brazos en la almohada y los encuentro después en tu puerta,
dormidos,
soñando con el ruido de esferas que caen del pino.

Tu puerta entreabierta, siempre entreabierta,
pero yo, por educación, toco el timbre que ya no funciona,
nunca me atrevo a entrar,
y el calendario ve que se me va la vida y le inventa días nuevos a la semana,
pero el tiempo no se los cree, porque se llaman como sus postres favoritos.
¿Cómo no creer que después del domingo
no nos merezcamos un día que se llame cereza?.

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2

Me gusta pensar con la pierna cruzada
mientras mis manos hacen yoga para poder bajar esas calorías de más
que hacen difícil que fluyan entre mis dedos los sentimientos.

Mis brazos son un cisne
que ha leído demasiadas veces la historia del patito feo.

Se purifica el mundo antes de entrar por mi ventana,
se pone guantes de seda y sólo entonces me acaricia,
que hermosa es mi ventana que me protege, tan amable,
tiene la diplomacia perfecta, como la del otoño
que comete genocidio pero lo vende con colores hermosos
y todos se lo compramos, al contado, o en abonos pulgarcitos
que se van pagando con un abrigo semanal de piel de parpado,
la piel más tersa, y la más olvidada por los sastres.

Casi tan amable es Chopin cuando me hiere,
cuando danza alrededor de mi tocando el piano del aire,
pidiéndome de favor que le invente palabras a sus melodías,
mis manos se elevan y con ademanes se la escriben
en tinta invisible de colores promiscuos,
sólo hay que esperar que llueva, salga el sol, y la leerá.

Me desespero al oír el piano, mis manos se mueven frenéticas,
tengo un pianista dentro de mi que me llama mal padre
y se queja con mis nervios, y los estira,
quiero bañarme en marfil y que me toquen.

Que agradable es mi habitación, cuando la veo como lo que es,
el lugar donde habito, mi pedazo de mundo,
tiene todo lo necesario
y los lunes,
incluye una mamá que me sirve en cama,
y una gotera estratégica que moja la sequedad de mis venas.

Una simpleza nada por toda mi habitación,
nada desnuda y me pide que la ame,
pero mi corazón esta tallando su ropa agujerada
con un jabón que huele a avena con muy poca azúcar
para ayudar con la dieta de mis dedos.

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3

Te vi partir y no quise detenerte,
pues sabia que al irte
llegarían las preciadas pertenencias
que esconden las sombras bajo su paraguas.

Jamás impediría la llegada
de la nostalgia con sabor a fresas,
la que va tirando la noche como alpiste
para los pájaros de mis dedos.

No fue súbita tu despedida,
te alejaste despacio
como quedándote más con cada metro,
haciendo más profunda tu huella,
marcando mi tierra desértica
con la humedad de tu rareza.

Te besé ligeramente, te abracé ligeramente
pero quedaron mis brazos agotados
y se acabo la extensión de tu mejilla,
tus labios que temblaban
no pudieron atrapar por mucho tiempo
la cicatriz sedosa de mi boca,
viejo bunker que recuerda riñas
por quien tenía el mejor de los alientos.

Te despedí después,
cuando le sacudí a mi cuello tu maquillaje
y deje que el polvo callera sobre las narices del llanto
que había ya dormido demasiado
tendido en las hojas crujientes de nuestros pasos.

Te despedí después cuando volví a la vida
que había despedido entre la tuya.

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4

Mi trabajo es descubrir siluetas
que critican la forma del secreto,
mi trabajo es comparar silencios
con los ecos que el amor me deja,
mi trabajo es entreabrir las puertas
y romper las ventanas de lo oscuro,
mi trabajo es admirar mi cara
y pegar en los charcos su reflejo,
trabajo guardándome las plumas,
trabajo volando sin mentiras,
trabajo mintiéndole a mis vuelos
y encendiendo la brisa cuando miras,
yo trabajo endulzando los jarrones
que la miel olvido y están vacios,
yo trabajo poniendo pantalones
en los ganchos que siempre tienen frio,
yo soy todo en el día hasta las siete
y en la noche soy una interrogante,
en mis sueños la pera inconsolable
porque todos olvidan su existencia,
en las tardes soy árbol constipado
por tragarme al otoño sin morderlo,
soy estrella cercana y alcanzable,
soy quien pinta la noche de negrura
y le agrego tres pomos de locura,
soy el pómulo obeso que sonríe,
y le digo a mi amigo que se fie,
yo trabajo en rentar mi hombro al mundo,
yo trabajo en ser siempre tan rotundo.

Jorge Santana

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