viernes, julio 09, 2010

Pedro Bulas en el baño

Ya me leí en el retrete todo lo legible,
los ungüentos vacíos de antigüedad,
la pintoresca caja del jabón de aguacate
que promete renovar vidas más que la piel,
y me sé de memoria los cursis ingredientes del perfume
que recito cuando los poemas de amor huyen despavoridos
en la imprudente ebriedad de mi madrugada.
La selva de palabras extranjeras
que copulan en la etiqueta de tu crema antiarrugas,
le puse nombre y vidas trágicas a los sin-nombre
que salen pseudo-sonrientes en las inútiles páginas de sociales
que sólo son leídas por los fotografiados o papás orgullosos.

Abro la ventana un poquito en el retrete
como si fuera un fumador secreto y tuviera hijos pequeños,
pero no fumo y mis hijos aún no regresan del futuro,
Tenía un amigo que dejó de fumar
pero se iba a los bares a fumar el gratuito segunda mano,
decía él que se sentía sucio al final
como acostarse con una económica prostituta
y sin protección, ni promesa de salud perfecta,
pobre de él.

No soy fanático de tener radio en el baño,
si de manera apocalíptica
Dios protesta mi incredulidad ¿cómo lo escucho?
Aunque no me haría mal una sorpresa,
pero acepto que las mejores sorpresas que he tenido
han sido reveladas horas antes por ese amigo bocón
amargado por tener intacta su post-virginidad por más de un año.

Nunca podría unirme a Greenpeace o marchar pro paz
porque abro la regadera mientras descanso en el retrete,
el vapor del agua ardiendo es crinolina líquida
que adorna mi momento de excursión ordinaria.
El húmedo espejo queda listo para escribir
mi brevísimo testamento que comienza y termina
con tu adulterado nombre.

Jorge Santana

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