viernes, abril 27, 2012

Esther

Con el morbo que esconden las monjas
cuando pasa el ruido de la muchachada
Esther espera en la galería a su Abril
lo espera ordinario y repentino
parpadear y que aparezca
lleno de pétalos oscilantes, divididos
en el reflejo de su rebozo.
No lo puede recibir como todos
ir conduciendo el auto y ver el primer brote
en esos árboles rumbo al colegio
y decir -ya tan rápido se fue el invierno-
Esther quiere a su Abril sin trompetas
no le queda espera, no.

Sentada al borde del piso de cemento
porque nunca pusieron en oferta el vitropiso rosa,
limpia, con sus piernas atijeradas y polvorinas
se enmarca su rostro en el humo del cigarro
la vuelve algún secreto
que se platica en noches vaciadas sobre el zacatal.

Ya pronto darán las 5
hora en que Esther se prepara para que llegue su marido
pone a tibiar aceite de oliva
para sobar el lomo enrocado de su esposo
viajará Esther mientras desinfla el músculo tenso
al infinito morado de los geranios
que nunca se dan por su rumbo
cualquiera que sea.

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