I
Las ventanas de tu pelo son cárceles violentas,
vestigios de euforias púrpuras,
donde el horizonte llega anónimo,
donde parece sencillo infiltrarse en tu confusión.
Incomprendida camina tu mirada al borde de mi ombligo
y como noria milagrosa le arroja una moneda.
Andaba suelta tu alegría y me la traje a casa
pero sé debí haberte avisado,
debí haberte dicho que ya puedes ser feliz,
y que empiecen los pájaros a gotear su color
en la errante geometría de tu insomnio.
Jorge Santana
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