Los milagros ya no me apetecen como antes
cuando corría tras de ellos cada mañana
y los llamaba un buen café
o esa mirada pasajera de cortejo sutil
que deja todo un equipaje de ríos claros,
ya no me gustan los milagros pequeños
que puedo esconder en las palabras
y hablar y decirlos sin que nadie note son milagros
o al menos milagros para mi, hay palabras que fueron milagrosas
en el sonámbulo vientre del silencio, del mío,
porque es diferente para todos y no puedo hablar del tuyo
porque sé que tu silencio quizá sabe a pájaros bravos
esos que se comen las plazas, que amortiguan el ruido
de la nada escandalosa.
Por eso ya no me gustan los milagros
porque caben tantos en un frasco vacío
y puede el frasco seguir siendo vacío,
por eso los cambié por las amplias alas
de tus ojos que huelen a hilo suelto,
los cambié por el espectáculo de tu cuerpo tendido
en las horas abiertas de mis manos.
Jorge Santana
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